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Madrid :: 04/04/2006

La revuelta de los parquímetros

Pedro Casas
El capitalismo voraz que desprecia a los ciudadanos, tratados como meros consumidores, contribuyentes y mano de obra susceptible de ser explotada, no mide a veces bien sus actos, y, como dice el refrán, la avaricia rompe el saco.

El Ayuntamiento de Madrid, con Alberto Ruiz-Galardón a la cabeza, ha intentado extender el Servicio de Estacionamiento Regulado (SER) con parquímetros a los barrios periféricos residenciales de trabajadores, con mentiras (alegaban que se hacía a petición de numerosos vecinos) y engaños, pues en lugar de proteger al residente frente al visitante, como insinúan, se trata de un sistema de rotación de vehículos, que obliga a que se muevan más, elevando la contaminación y el gasto energético.
La extensión a los cuatro barrios periféricos de Carabanchel Alto y Bajo, Hortaleza y Fuencarral (no se limitaron al perímetros interior de la M-30), desató la reacción de los vecinos de estos barrios de una manera más o menos espontánea u organizada, según los casos. Bajo la excusa de tratarse de "Cascos Históricos", lo que no son más que zonas urbanas degradadas y poco comerciales, las vecinas y vecinos que se empezaron a movilizar vieron en la medida una manera burda de recaudar dinero por algo que, lejos de solucionar un problema (la falta de plazas de aparcamiento nocturno) iba a causar enormes molestias a vecinos y comerciantes, penalizando además a los que precisamente dejan el vehículo en su casa por usar el transporte público.

Esta medida recaudatoria se suponía que era para compensar las enormes deudas causadas por las faraónicas obras emprendidas por Gallardón en Madrid que, en realidad, van a incentivar el uso del vehículo privado, es decir, justo lo contrario de lo que aparentemente persigue el SER.

Pero poco a poco los vecinos van descubriendo la naturaleza de una medida disfrazada de lenguaje ambientalista. Lo que se está haciendo en Madrid es transformar en un nuevo mercado un bien que hasta ahora era público y gratuito, como es el aparcamiento en línea. Se trata de fomentar la movilidad de los vehículos (de ahí que los residentes sólo dispongan del 65-75% de plazas para su uso preferente en lugar del 100% que sería lo lógico), para privilegiar por un lado a los conductores con elevado nivel de vida que pueden pagar las elevadas tarifas de los parquímetros, y por otra generar beneficios económicos a las concesionarias del servicio, que, curiosamente, son las mismas grandes empresas constructoras que se reparten el botín que Gallardón pone en sus manos después de extraérselo a los sufridos madrileños.

Los vecinos y comerciantes de la periferia han dicho que BASTA, que ya está bien de que sólo se acuerden de ellos para cobrar, pues el sentimiento común es de total abandono por parte de las administraciones. En unos barrios se empezó cortando varios días algunas calles, e incluso la M-30, de manera espontánea, combinando cargas y tolerancia policial. En otros lugares se realizaron asambleas que mostraron la indignación colectiva y formalizaron la cohesión de un barrio dispuesto a resistir hasta conseguir detener el atropello. Otros tardaron más en reaccionar. En unos casos fueron las Asociaciones de Vecinos las que iniciaron la movilización. En otros la espontaneidad de los vecinos faltos de una referencia asociativa que, o bien no existía, o bien no había dado señales de vida. En todos los casos se recogieron miles de firmas que se han ido entregando al Ayuntamiento. Manifestaciones autorizadas se combinaban con otras espontáneas, una de ellas realizada el viernes 3 de marzo en el mismo corazón de Madrid frente a la sede del Ayuntamiento.

En Carabanchel Alto, de manera también espontánea, los vecinos tumbaron los soportes y hasta los propios parquímetros a las pocas horas de estar instalados, en actos que algunos han querido calificar de vandálicos, pero que los vecinos han comprendido que se trata de sabotaje a una medida prepotente, injusta y autoritaria. De hecho los periodistas no han encontrado vecino alguno que se muestre contrario a estos actos.

El capitalismo voraz que desprecia a los ciudadanos, tratados como meros consumidores, contribuyentes y mano de obra susceptible de ser explotada, no mide a veces bien sus actos, y, como dice el refrán, la avaricia rompe el saco. No contaban con esta reacción popular de unos trabajadores y comerciantes hartos de tanto desprecio y abandono. Y el ayuntamiento de Ruiz Gallardón, representantante en Madrid de estos intereses, no ha sabido reaccionar a una resistencia que no se esperaba, y menos en la dimensión que ha cobrado. Son ya casi dos meses de conflicto, que se agrava con el paso del tiempo, y que puede terminar por cuestionar todo el SER (sus bases falsamente ambientalistas, la privatización de un servicio que debería ser municipal, las condiciones de sobreexplotación que sufren los vigilantes, la violación de la intimidad que supone el tener que registrar la matrícula del vehículo y que estos desplazamientos se centralicen en registros en manos de empresas privadas, etc.). Por primera vez en mucho tiempo los comerciantes (que sufren directamente las consecuencias directas de esta medida, y que sienten también el abandono de unas administraciones que favorecen a las grandes superficies ) se han movilizado protagonizando cierres, y se han unido a los vecinos en una lucha que, también por primera vez en mucho tiempo, consideran que pueden ganar.

La lucha está combinando la organización y protesta local, con la coordinación de los barrios afectados a los que se les están sumando otros barrios amenazados que saben que si el Ayuntamiento consigue implantar los parquímetros en los cuatro barrios mencionados, tarde o temprano se los instalarán también a ellos.

Una vez más se demuestra que con la unión, la organización y la lucha se pueden parar los atropellos del capital y las prepotencias de los regidores, en unas batallas que hoy son de defensa de unos derechos, pero que mañana pueden ser también de conquista de nuevos derechos ignorados.

Fuente: La Haine

 

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