Cuando se desahucia a un bebé de mes y medio es que no hay democracia
Un estado que es capaz de desalojar de su vivienda a una familia con tres niños, uno de ellos un bebé de apenas mes y medio, demuestra el talante vergonzoso de sus gobernantes, los niveles extremos de degradación en cada estamento de un país destruido, en manos de personajes sin escrúpulos, capaces de todo para enriquecer a la usura, a una banca tramposa, que ni siquiera respeta a los seres más frágiles y desprotegidos, a un niño que dormido en su cunita escuchó los golpes de los siniestros antidisturbios del régimen, la policía política del PP, que destrozó la puerta en plena madrugada, ante los ojos atónitos de una familia estafada, reprimida, vejada, pisoteada en sus derechos constitucionales más elementales.
La vergüenza de la marca España desahucia niños recién nacidos, personas enfermas de gravedad, discapacitadas, empobrecidas y arrasadas por una banda política ocupada en seguir forrándose de millones, ajenos al empobrecimiento generalizado de gran parte de la ciudadanía, a las cifras espectaculares de desempleo, de suicidios, de hambre infantil, de familias enteras sin ingresos, inscritas en los comedores sociales de Cáritas, en los bancos de alimentos para no morir de inanición.
Una inmensa rabia, la impotencia que sentimos al ver la brutalidad policial rompiendo la puerta de esta familia en Madrid, una tristeza compartida por las millones de personas que han visto en todo el mundo el estilo fascista de un gobierno, de una fuerza política heredera directa de la dictadura de Franco, de un régimen, de una monarquía sin vergüenza, entregada a la noche loca del enriquecimiento generalizado, siempre a costa del sufrimiento y el dolor de todo un pueblo, de la privatización premeditada de los servicios sociales, de la sanidad, de la educación, de las suprimidas ayudas a la dependencia con cientos de miles de personas asesinadas, víctimas de unas políticas diseñadas para destruir la democracia y la libertad.