Sucias maniobras de la FRAVM y su junta directiva

CUANDO LA PARTICIPACIÓN RESULTA UNA PALABRA HUECA
Sobre la última Asamblea de la FRAVM

Democracia y participación, son términos que se emplean con frecuencia por todo el mundo, aunque no siempre se correspondan con las prácticas de quien lo pregona; se prostituyen incluso cuando personas que apoyaron la dictadura franquista se auto-denominan "demócratas de toda la vida".

Han sido, son y serán las piedras de toque y asignaturas pendientes de todo poder, desde el más elevado hasta el más pequeñito, por ridículo que sea, incluso en el propio ámbito familiar. Difícilmente será creíble quien trate de dar lecciones de democracia, o la solicite a los demás, si en su ámbito concreto no da ejemplo.

Esta introducción viene a cuento de lo poco democrática que se puede hacer una asamblea cuando no se quiere que sea participativa, tal como ha ocurrido en la reciente asamblea de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) celebrada el pasado 13 de diciembre. Ese día se celebraron dos asambleas, una ordinaria, simplemente para la aprobación de ingresos y bajas de Asociaciones, y otra extraordinaria, en la que se renovaba la Junta Directiva.

Cuando expira el mandato de una junta directiva, lo normal es que ésta presente un balance de su gestión, para que pueda ser debatida por las asociaciones asistentes, y evaluada con el voto favorable o desfavorable. En lugar de ello se repartió, en la propia asamblea, un documento de 140 páginas, en el que se relacionan actividades realizadas por las diversas asociaciones federadas y la propia junta directiva, pero sin una valoración. Este documento, imposible de poder discutir, por su tamaño, exhaustividad y no haber contado con el con suficiente tiempo, no fue siquiera puesto a votación, con lo que la Junta anterior salió sin el refrendo o rechazo a su gestión. Ni siquiera se dio una explicación de los motivos por los que en mayo pasado, a los pocos días de firmar un documento de compromiso electoral con el candidato a la alcaldía de Madrid por el PP Ruiz-Gallardó n, el anterior presidente de la Federación presentó su dimisión.

Tampoco se presentó un programa de actuación ni líneas de trabajo para los próximos años, con lo que la nueva Junta Directiva entra sin un mandato de actuación por parte de la Asamblea, que es el máximo órgano de la Federación. Con todo lo que está pasando en nuestra región, la fiebre privatizadora, los escándalos de corrupción, el urbanismo y especulación salvaje, el imposible acceso a la vivienda, la carestía de la vida, la falta de participación vecinal, etc., los vecinos madrileños se quedan con las ganas de saber lo que piensan y proponen, en la actual coyuntura, el conjunto de las asociaciones vecinales federadas.

Tan sólo se presentó a debate un titulado Plan Estratégico, que, a nuestro modesto entender, sólo servirá para mirarnos al ombligo un poquito más, ya que en la propuesta no existe un análisis previo de la situación política madrileña y de las necesidades globales de los vecinos y trabajadores, con lo que, si no tenemos claro los retos a los que nos tenemos que enfrentar, difícilmente acertaremos sobre las actuaciones a realizar, las alianzas a construir y el tipo de asociaciones que necesitamos. En cualquier caso, este Plan Estratégico tampoco fue puesto a votación, y la Asamblea no tuvo oportunidad ni de apoyarlo ni de rechazarlo, con lo que no existe ningún mandato para ponerlo en marcha. En estas circunstancias ¿para qué sirve una Asamblea?

La anterior Junta Directiva se despide sin que la Asamblea haya tenido oportunidad de aprobar o rechazar su gestión, y la nueva ha sido elegida sin ningún programa de actuación ni mandato alguno de la Asamblea que, según los estatutos, "es el órgano soberano de gobierno de la Federación".

En estas circunstancias, no es extraño que el proceso de elección de la nueva Junta Directiva diera comienzo antes de cualquier debate, o que no se hiciera una presentación previa de las candidaturas, ni de los programas de actuación; no hacía falta, porque mientras la papeleta de voto (con un diseño que sólo conocía la Junta saliente) se entregaba a la entrada de la Asamblea a los delegados, muchos de ellos acudían con fotocopias de la misma ya cumplimentadas. En los muy insuficientes procesos electorales institucionalizados , al menos los candidatos de los partidos políticos presentan a los ciudadanos un programa electoral que, en teoría, se comprometen a cumplir. En el caso de la FRAVM ni siquiera ha ocurrido eso, pues se ha eliminado completamente la democracia directa asamblearia, y los representantes elegidos actúan sin un mandato de sus representados, a los que ni siquiera rinden cuentas de su actuación.

Lo que exponemos son hechos, no conjeturas. Resulta estremecedor pensar que haya sido este equipo, con estas concepciones de la participación, el que haya "negociado" con el ayuntamiento del PP las normas de participación ciudadana. No es extraño que estemos donde estamos.

Ardua tarea le queda a la nueva Junta Directiva para cumplir con las más elementales normas de la democracia interna; y mucho más trabajo si, además, el movimiento vecinal quiere ser un ejemplo de democracia y participación para el conjunto de la sociedad. Pero mientras ocupen cargos directivos ciertas personas que ni siquiera convocan asambleas de socios en sus propias asociaciones, la credibilidad será una intención, más que una realidad.

Madrid, 20 diciembre 2007

Asociación de Vecinos de Carabanchel Alto