#NoSonOkupasSonNazis


El día 18 de agosto, el grupo neonazi Movimiento Social Republicano (MSR) publicaba en las redes sociales la entrada en un edificio abandonado del barrio madrileño de Tetuán y su intención de convertirlo en un centro social que atendiese a personas necesitadas.
Eso sí, siempre que fuesen de raza blanca y nacionalidad española. La apertura de un centro de esas características en el distrito con más población migrante de Madrid y la oposición que generó entre los vecinos atrajo la atención de la prensa, sobre todo a partir de la masiva manifestación de rechazo que se celebró el mismo día de la inauguración del centro, el 30 de agosto. Desde entonces, ha sido frecuente ver como la prensa se refería al centro como un “edificio okupado” y a los miembros del grupo neonazi como “okupas”, en un error que luego se repetía en las redes sociales. La prensa asimilaba así este centro como el movimiento de okupación, que siempre ha tenido entre sus principales objetivos la recuperación de edificios abandonados para convertirlos en viviendas y centros sociales.
Esta asimilación era falsa, pero la realidad importaba poco. Presentar el centro del MSR como parte del movimiento okupa perseguía un objetivo muy concreto: reducir el problema a un enfrentamiento entre bandas. Un problema social y político tan profundo como es el asentamiento de un centro que promueve la discriminación y el odio racial quedaba reducido a una pelea entre “ultras de distinto signo”, como titulaba el ABC en una noticia del siete de septiembre. Poco importaba que el centro del MSR no tuviese nada que ver con el movimiento de okupación ni en sus ideas, ni en sus objetivos, ni en su forma de funcionamiento: lo importante era transmitir la idea de que todos los okupas son violentos y generan problemas. Sin embargo, pasaban por alto lo más importante: no son okupas.
Manifestación contra el MSR 30 Agosto 2014 (Foto Dissopress)
No apuntalaremos vuestras ruinas: el movimiento de okupación
El movimiento de okupación como lo conocemos hoy surge en el Estado español a finales de los años ochenta. Es entonces cuando aparecen los primeros centros sociales autogestionados, edificios abandonados que se recuperan para darles un uso colectivo. Fábricas abandonadas, naves vacías y edificios públicos en desuso comienzan a ser utilizados como lugares donde los vecinos del barrio y los miembros de distintos colectivos se reúnen para hacer actividades de todo tipo, desde ver una película a participar en un taller. Edificios destinados a convertirse en un montón de ruinas pasan a ser lugares del barrio y para el barrio. Frente a los escombros, la vida.
Pero la okupación no es solo una respuesta a una necesidad concreta. Los centros sociales autogestionados no buscan únicamente luchar contra el abandono de los barrios por parte de las instituciones. Al okupar un edificio abandonado se está cuestionando un modelo de ciudad en el que solo cabe la especulación o los escombros, pero no solo eso. Mediante la recuperación de edificios, la okupación cuestiona también dos pilares básicos del sistema capitalista: la propiedad privada y las leyes que lo protegen. Desde pequeños se nos enseña a valorar la propiedad privada y a considerarla un derecho básico, derivado del trabajo: cuanto más trabajes, más propiedades podrás tener. Sin embargo, pronto nos damos cuenta de que esa relación es ficticia, de que las jornadas de ocho o diez horas diarias apenas nos permiten llegan a fin de mes y de que después de cuarenta años de trabajo la única propiedad que tenemos es un piso de sesenta metros cuadrados en el extrarradio, eso si hemos tenido suerte y hemos conseguido acabar de pagar la hipoteca. Y si esa relación es ficticia, también podemos pensar que la elevación de la propiedad privada a derecho básico es igualmente falsa. Es más, casi parece más bien propaganda de quienes sí tienen propiedades, y no de quienes lo único que tenemos es una hipoteca –es decir, una deuda-, o muchas veces ni eso. Mantener un inmueble cerrado excluyendo a los demás de su uso cuando el propietario no lo está utilizando ni lo necesita no es legítimo ni respetable. Permitir que haya edificios abandonados cayéndose a pedazos mientras existen necesidades en los barrios por tener un simple papel de propiedad es cruel e injusto. La okupación reconoce y respeta la posesión (esto es mío porque le doy uso), pero no la propiedad (esto es mío aunque quiera destrozarlo, acapararlo o convertirlo en un montón de escombros). Así, al cuestionar las relaciones de propiedad, el movimiento de okupación cuestiona también las relaciones de dominación que permiten que unos acumulen propiedades y otros no tengan nada, que haya gente sin casa y casas sin gente. Al luchar contra la dominación, lucha por una sociedad más igualitaria y más justa.
Racismo y exclusión: el MSR
Uno de los vecinos de Tetuán agredido por los Nazis
Sin embargo, nada de esto lo encontramos en el centro del MSR. La ideología neonazi que defienden sus miembros no solo no quiere acabar con las relaciones de dominación basadas en la propiedad y el dinero, sino que además promueve otras basadas en la raza. No solo creen que las personas deben ser excluidas en función de su clase social, sino también en función de su color de piel. La utilización de la estrategia de la ocupación de un edificio no se basa en un intento de acabar con la dominación, sino de hacerla más fuerte. Para un grupo neonazi como el MSR, la ocupación es solo una forma de vender una ideología racista, de enmascarar lo que en realidad es solo odio y exclusión. Copian la apariencia de un centro social autogestionado pero lo dotan de unos contenidos completamente opuestos: donde debería haber igualdad hay exclusión, donde debería haber solidaridad hay jerarquía, donde debería haber apoyo mutuo hay asistencialismo, y donde debería haber libertad hay dominación. En la medida en que excluyen a muchos de sus vecinos, un centro de ideología neonazi nunca puede ser algo del barrio y para el barrio. Únicamente puede ser un lugar de difusión de ideas racistas en el que, con suerte, algún día repartan bocadillos a los que consideren merecedores de ello. Cuando no haya esa suerte, sus miembros darán palizas a vecinos que sean objeto de su odio, como de hecho ya ha sucedido en Tetuán.
Además, un centro como este no solo no cuestiona el modelo de ciudad existente, sino que ayuda a consolidarlo. Permitir un foco de conflictividad en un barrio con el objetivo de deteriorarlo es una estrategia de gentrificación de manual.
Cuando ese deterioro se consolida –por ejemplo porque hay palizas frecuentes a la población migrante-, los vecinos que habitan el barrio lo abandonan. De esa forma, los especuladores pueden hacerse con sus casas a un precio muy bajo, derribarlas y construir viviendas mucho más caras. En un barrio como Tetuán, situado a cinco minutos andando de la zona más cara de Madrid, el centro del MSR es una oportunidad perfecta para deteriorar un barrio que hasta ahora no había tenido problemas de convivencia. Esto no quiere decir que el ayuntamiento o los especuladores hayan dados las llaves a los neonazis del MSR, pero sí que estos hacen un papel que les resulta útil.
Esta complicidad con los intereses de la dominación, unido a la difusión de la ideología neonazi y la práctica del racismo y la exclusión hacen que el centro del MSR deba ser considerado algo completamente opuesto a los centros sociales autogestionados que pertenecen al movimiento de okupación. Las ideas discriminatorias y xenófobas que promueven no tienen cabida en Tetuán ni en ningún otro distrito de Madrid. Los vecinos ya han demostrado su rechazo a la apertura de este centro y no pararán de oponerse a él hasta que se cierre de forma definitiva. Los miembros del MSR han ocupado un edificio, pero no son okupas: son nazis.
¡Fuera racistas de nuestros barrios!
http://oficinavivienda.net/2014/09/09/nosonokupassonnazis/