La basura y nuestras armas de destrucción masiva

Por fin la mierda sale de los salones y está a la vista. El solo hecho de no recoger la basura pone los pelos de punta a burócratas, políticos, banqueros, empresarios. Y a un montón de lameculos. Atrás queda la huelga de los mineros, de los maestros, de los médicos, del metro, de los trenes. Todo eso es tolerado por los dueños del sistema. Lo que de verdad no soportan es tener las bolsas de basura en la puerta de sus casas, sus ministerios, sus monumentos.

De eso sabemos mucho las mujeres. Un solo día sin hacer la colada, sin tender la cama, sin llenar el armario con ropa lavada y planchada y tener la nevera vacía, pone de los nervios a más de uno. Ese estar de los nervios jamás va acompañado de la resolución de problemas, es decir, que el trabajo doméstico se reparta solidariamente entre todos los habitantes de una vivienda.

La huelga de la basura tampoco se quiere resolver solidariamente. La finalidad del Estado es machacar a los trabajadores, proponiendo un modelo laboral de injusticia y destruyendo la dignidad que aún nos queda.

¿Despedir a la mayoría de trabajadoras y dejar a unos pocos cobrando 700 euros al mes por la jornada completa? Anda ya… ¿De qué va esta gente?

Parte de nuestro éxito pasa por llevar la basura de nuestros barrios a la puerta de sus casas, sus ministerios, sus ayuntamientos. Escrache puro y duro. Eso si, cumpliendo la ley. ¿Quieren servicios mínimos? Toma servicios mínimos. Detrás de cada barrendero y de cada camión, las personas dejaremos nuestras bolsas de basura al lado del cubo vacío, del contenedor, en la puerta de las elegantes viviendas y oficinas de Salamanca, Goya o la Castellana.

Los vecinos debemos colaborar con los trabajadores de la limpieza en huelga, manteniendo limpios nuestros barrios y ensuciando los de ellos. Su basura son nuestras armas de destrucción masiva.

Que brillen como una patena Vallekas, Villaverde, Carabanchel… tapemos con montañas de basura Cibeles, Neptuno, la Plaza Mayor, Goya, Serrano, la Puerta de Alcalá.

Es lo único que les jode.