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Cooperativismo socialista en Cuba
Jabier Lertxundi - Ldo. en Ciencias Políticas y Doctorante en Economía

En estos días que tanto se viene hablando de los logros socioeconómicos cooperativos conseguidos por MCC [Mondragón Corporación Cooperativa], siguiendo las pautas marcadas por su fundador José Mª Arizmendiarrieta, conviene reflexionar acerca del contenido nacional y socialista que el modelo contiene. Nada mejor para ello que compararlo con otro sistema cooperativo que persigue tales objetivos, referido concretamente al modelo cubano que se viene desarrollando.

La situación actual del cooperativismo en Cuba parte de la instauración del llamado Período Especial en Tiempos de Paz (PE), y más concretamente desde su aplicación en la agricultura y agroindustria, mediante la puesta en marcha del decreto que dio lugar ­en 1993­ a las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC).

Antes de continuar, conviene aclarar que nos estamos refiriendo a la cooperativización de un sector estratégico cubano, a decir de muchos autores el principal ­pese a la indudable pujanza de otros sectores económicos más recientes como el representado por la industria turística­, constituyendo la base, entre otras producciones, de la agroindustria azucarera.

En Cuba, anteriormente al decreto relativo a las UBPC mencionado, existían ­y existen­ dos tipos de formaciones cooperativas: las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y las Cooperativas de Producción Agrope- cuaria (CPA), que como sus propios nombres indican se corresponden a una forma de cooperación simple y otra de producción respectivamente. Las CCS provienen de la Primera Reforma Agraria decretada en sus inicios por la Revolución cubana, agrupando a campesinos individuales en formas primarias de cooperación; mientras que las CPA fueron promovidas desde 1975, correspondiendo a un modelo más socialista que las anteriores, sin llegar a la centralización socialista estatal representada por las Granjas Estatales (GE), principal modelo empresarial implementado hasta la instauración del PE.

Son precisamente las GE la base de las UBPC, cuando tras la caída del Muro de Berlín, la dirección política cubana estima necesario impulsar la producción agropecuaria, a través de la cooperativización de las tierras estatales. El consiguiente decreto estableció la propiedad usufructuaria cooperativa de las tierras antes centralizadas estatalmente, buscando una mayor vinculación del anterior obrero estatal con su medio de trabajo, ahora cooperativo. Como consecuencia de ello, más del 60% de las tierras productivas pasaron a formar cooperativas.

Se constituyen así las UBPC en un sistema cooperativo socialista, donde en primer lugar se observan las necesidades nacionales, conjugadas a continuación con las aspiraciones cooperativas, buscando un nexo de unión entre el socialismo y la autogestión cooperativa.

De este modo, los planes productivos se establecen en función de las prioridades nacionales, mediante acuerdo firmado entre cada cooperativa y los entes estatales. Pero es que además, de los beneficios obtenidos se reparten únicamente la mitad, destinándose el resto al fondo de reserva para nuevas inversiones y/o liquidación de las deudas contraídas con el Estado por la adquisición de la maquinaria y enseres pertinentes. Se establece asimismo un período subsidiado (hasta el 2005) para absorber las posibles pérdidas, teniendo en cuenta que las UBPC provienen de empresas en crisis, y que la creación de un nuevo modelo donde el obrero agrícola pasa a ser un propietario usufructuario, precisa de un período largo de adaptación.

También se destina una parte de la producción a satisfacer las necesidades alimentarias de los cooperativistas y sus familias en régimen de autogestión (nos estamos refiriendo a la cuarta parte de la población residente en la isla); pudiéndose destinar los excedentes obtenidos en este renglón al mercado libre de alimentos (Mercado Agropecuario), en libre competencia con el resto de modelos cooperativos, campesinos individuales y formas agropecuarias estatales centralizadas existentes en Cuba.

Con todo ello, se pretende en primer lugar salvaguardar el socialismo y, en segundo lugar, dotarlo de un carácter autogestionario que lo blinde contra los intentos involucionistas liderados por los EEUU, desde sus bases contrarrevolucionarias instaladas en Miami.

Se logra además aumentar la producción, buscando garantizar la alimentación de la población, así como su derecho a una enseñanza y sanidad integral y gratuita. No se trata por lo tanto de que los alimentos producidos reviertan únicamente en los cooperativistas, sino que siendo éstos solidarios con el resto de la población, sirvan para desarrollar el socialismo por la vía de los hechos.

Se puede así afirmar que en definitiva, aún considerándose importante, el objetivo principal no se corresponde con el "sentirse cómodo" dentro de la sociedad en que el individuo se inserta; sino con el de "sentirse útil" con respecto al resto de los individuos que componen esa sociedad.

Para garantizar todo ello, el Estado continúa interviniendo; aunque en esta ocasión de una manera muy diferente al período centralista anterior. Se trata de preservar el socialismo desarrollando al propio tiempo los valores autogestionarios cooperativos, y ligándolos con la necesaria solidaridad nacional. De este modo, la intervención estatal se plasma principalmente en los planes productivos acordados, en los aprovisionamientos necesarios, en la comercialización a precios garantizados y en la presencia sindical dentro de las UBPC.

Como todo plan socioeconómico implementado, contiene errores y aciertos; pero la metodología marxista empleada referida a la crítica y la autocrítica constructiva, considerando que el Estado y el Cooperativismo Socialista no constituyen una contradicción antagónica, permite seguir avanzando y perfeccionando dinámicamente el modelo ideado.

Tras esta exposición, y extrapolando el planteamiento a Euskal Herria, preguntémonos qué nos aporta el modelo aplicado por MCC; tanto en lo referente a la construcción nacional, como en cuanto a la construcción del socialismo en este país nuestro. En este caso, sin duda, no se puede hablar de un modelo de construcción nacional y socialista (ni siquiera a través de una tercera vía), sino más bien de un subsistema económico que se inserta dentro de otro (neoliberalismo) que lo subsume y controla por medio del capitalismo globalizado.

He aquí la razón fundamental de la vocación multinacional de MCC, no constituyendo una alternativa al neoliberalismo, sino formando parte consubstancial del mismo. Todo ello ha permitido que MCC haya devenido en una Corporación Multinacional Capitalista más, dentro del contexto competitivo de los mal llamados países desarrollados; dado que en la Ruiz de su desarrollo se sitúa el germen del infradesarrollo humano.

Gara
02.01.02.

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