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Argentina: Las jornadas de diciembre abren una nueva etapa
revolucionaria
11/1/02 - Declaración de la Fracción Trotskista - Estrategia
Internacional.
El 19 y 20 de diciembre, las imágenes de miles de trabajadores, desempleados,
jóvenes y sectores populares movilizán-dose en Argentina contra
el gobierno de Fernando De La Rúa, recorrieron el mundo ganándose
la simpatía de millones. Era el fin de uno de los gobiernos más
entreguistas de la historia del país y el inicio en Argentina de una
nueva etapa de la lucha de clases de carácter revolucionario, signada
por la irrupción de las masas en el escenario político nacional.
1. El ataque del gobierno desata la ira de los trabajadores, las capas medias
y los desposeídos
En Argentina, más del 20% de la población no tiene empleo -2.500.000
desocupados y otro tanto de "subocupados"- y quienes viven con ingresos
por debajo de la línea de pobreza suman más de 14.000.000. La
deuda externa orilla los 150.000 millones de dólares. La crisis económica,
social y política que vive Argentina es la muestra más clara de
que la aplicación de las políticas del llamado "consenso
de Washington" sólo llevan al mayor de los desastres. La insurgencia
de masas contra las mismas es un enorme golpe político dado a los planes
impulsados desde el FMI y otras agencias imperialistas. Durante las jornadas
revolucionarias del 19 y 20 de diciembre del 2001, las masas argentinas protagonizaron
una acción histórica independiente que estableció una nueva
relación de fuerzas entre las clases que, más allá de los
inevitables cambios en la situación política, sólo grandes
derrotas podrán volver atrás. Estas acciones se dieron en el marco
de un gobierno y un régimen que venían fuertemente desgastados
tras cuatro años de recesión y continuos golpes a los trabajadores
y al pueblo, y en medio de una división al interior de las clases dominantes.
Desde el inició de la recesión, con la llegada a la región
de la crisis económica internacional del '97-'99 comenzada en el sudeste
asiático, empezó una disputa cada vez más abierta entre
dos fracciones capitalistas. Ambas habían cosechado jugosas ganancias
al calor de las políticas antiobreras y de entrega nacional del gobierno
de Menem. La disputa burguesa se concentró sobre qué salida dar
a la crisis del régimen monetario de la "convertibilidad".
Mientras ambos sectores coincidían en que los trabajadores y los sectores
populares sigan pagando los costos centrales de la crisis, la banca más
concentrada y las empresas privatizadas de servicios públicos (con gran
peso del capital imperialista europeo, especialmente español) empujaban
a una dolarización general de la economía. Por su parte, los sectores
ligados a las exportaciones y los restos de la muy disminuída "burguesía
nacional", bregaban por una devaluación. Esta salida comenzó
en el último período a ser alentada por sectores del mismo FMI.
Todo el gobierno de De la Rúa, y en particular desde la asunción
de Cavallo como ministro de economía en marzo del 2001, fue un intento
de arbitrar entre estos sectores en pugna manteniendo el régimen "convertible".
Sus medidas fueron fracasando una tras otra, en medio de un crecimiento de las
protestas populares, y la prensa imperialista anunciaba la inminencia de la
cesación de pagos de la deuda externa. El FMI, después de haber
otorgado varios salvavidas a De la Rúa y a su ministro de economía,
Domingo Cavallo, se negó finalmente a dar un nuevo préstamo de
1200 millones de dólares, cuando el gobierno lo necesitaba como agua
en el desierto en medio de la renegociación de los bonos de la deuda
externa.
La chispa que terminó encendiendo el fuego para el levantamiento popular
fue un nuevo ataque del gobierno. Este, bajo la presión de la fuga de
depósitos, decidió la retención de los depósitos
bancarios con la imposición de un límite al retiro de dinero (el
famoso "corralito"), incluyendo los ahorros, las pensiones y los sueldos.
Esta medida, destinada a salvar a la banca, propició una drástica
caída del consumo, afectó severamente al comercio y la economía
informal, profun-dizando la recesión y agravando las penurias tanto de
las capas medias como de los sectores más pauperizados.
La respuesta fue generalizada, por parte de todos los sectores de la sociedad
enfurecidos con el gobierno hambreador: tras protestas generalizadas de los
pequeños comerciantes a poco de aplicarse las medidas, un contundente
y masivo paro general de los trabajadores se produjo el 13 de diciembre (uno
de los más fuertes de los ocho paros generales contra el gobierno de
De la Rúa), contando con la amplia simpatía de las clases medias,
que la anoche anterior habían protagonizado un "cacerolazo"
en la ciudad de Buenos Aires (capital del país) y las ciudades más
importantes. Se produjeron otras movilizaciones obreras en provincias como Córdoba
y Neuquén y comenzaron también los primeros saqueos y reclamos
de comida de los más desposeídos frente a los supermercados.
2. Las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre.
La protesta contra el ataque del gobierno dio un salto el 19 de diciembre, iniciándose
el primero de los tres actos de las jornadas revolucionarias que finalmente
terminarían con el gobierno de Fernando De la Rúa. Ese día,
multitudes de hambrientos protagonizaron cientos de saqueos a los grandes supermercados
en distintos puntos del país, especialmente en las populosas zonas del
Gran Buenos Aires, que se sumaron a los que ya se venían realizando durante
toda la semana. Simultáneamente, se producían movilizaciones reprimidas
de los trabajadores municipales de Córdoba y de los estatales en la ciudad
de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, encabezada por los trabajadores
del Astillero Río Santiago y la "Intergremial".
La proximidad de las fiestas de Navidad y Año Nuevo fue uno de los factores
que impulsó las revueltas de los sectores más pauperizados, actuando
como emergente de los cinco millones de desocupados y subocupados producidos
por la depresión económica. Esta situación mostró
crudamente las contradicciones del sistema capitalista: millones sin nada que
dar de comer a sus hijos mientras los alimentos se encuentran abarrotados en
góndolas y depósitos. Con la emergencia de las capas más
pauperizadas de la sociedad se puso en movimiento un elemento determinante e
indispensable de todo proceso revolucionario. A diferencia de los saqueos ocurridos
a fines del gobierno de Alfonsín en 1989 durante el estallido del proceso
"hiperinflacionario", la clave de estas acciones no fue una guerra
de "pobres contra pobres", más allá de hechos secundarios.
Hubo una insidiosa campaña burguesa contra la amenaza de los "vándalos",
que generó una psicosis en sectores medios y bajos en barrios populares
del Gran Buenos Aires. Los saqueos estuvieron concentrados en los hipermercados,
que han ganado el odio popular por ser parte de la oligarquía dominante
junto a los bancos y las empresas privatizadas. Estas acciones fueron el detonante
de la caída de Cavallo y De la Rúa, iniciando un proceso de ruptura
de la legalidad burguesa. Mostrando el carácter político de estas
acciones, los "saqueadores" identificaban al gobierno como el principal
responsable de la situación.
La respuesta de De La Rúa fue decretar el estado de sitio y responsabilizar
a los "provocadores" y "activistas políticos" por
los saqueos, buscando enfrentar a las clases medias contra el pueblo pobre que
había protagonizado la revuelta del hambre. Pero al gobierno el tiro
le salió por la culata. En vez de lograr el apoyo de las clases medias
para la represión, estas se volcaron masivamente a las calles en oposición
al gobierno, un claro indicador del carácter revolucionario de la situación.
Las palabras del presidente sufrieron una repulsa generalizada e iniciaron el
segundo acto de las jornadas. Terminando el discurso del entonces presidente,
entrada ya la noche, cientos de miles de personas en la Capital comenzaron espontáneamente
un nuevo e impresionante "cacerolazo" (que también se produjo
en otras ciudades del país) e iniciaron una marcha hacia la Plaza de
Mayo y el Congreso, al grito de "Cavallo, hijo de puta..." y "el
estado de sitio se lo meten en el culo". Una gran concentración
se mantuvo durante horas en la Plaza de Mayo, donde están ubicados la
Casa Rosada -residencia oficial de la presidencia- y el Ministerio de Economía.
A unas cuadras de ahí, durante la madrugada y al fin de la jornada, manifestantes
se enfrentaron con la policía en las inmediaciones del Congreso Nacional.
Esta jornada logró la caída de Cavallo, el odiado ministro de
economía.
La edición especial del periódico La Verdad Obrera del PTS, repartido
masivamente el día siguiente en las nuevas manifestaciones, reflejaba
así los eventos: "Irrumpió un clamor popular, como no se
veía igual desde el fin de la dicta-dura militar: que se vayan. No se
pueden sostener con el Estado de Sitio... En las principales ciudades del país
hubo cacerolazos, bocinazos de los automovilistas y formidables concentraciones
de masas en la Capital del poder político. Sumaron decenas de miles los
que se manifestaron frente al Congreso, a la Casa Rosada en Plaza de Mayo y
hasta en la casa particular de Cavallo y la propia residencia presidencial en
Olivos... Hay una insubordinación generalizada de todas las clases explotadas
y oprimidas. Todas las direcciones oficiales han sido desbordadas".
El jueves 20, se produjo la que ya es conocida como "la batalla de Plaza
de Mayo", el tercer acto de estas históricas jornadas. Intentando
evitar que la Plaza de Mayo se llenara nuevamente de manifestantes, la policía
desplegó un impresionante operativo para reprimir (con tanquetas, helicópteros,
caballería e infantería, gases lacrimógenos, balas de goma
e incluso de plomo). El desalojo comenzó con una terrible golpiza a los
manifestantes de la noche anterior que se habían mantenido en la Plaza
y a los hombres, mujeres y jóvenes que comenzaban a concentrarse nuevamente
desde la mañana.
Así, con la ira encendida, mientras se desarrollaban los enfrentamientos,
fue destacándose entre los miles de manifestantes una vanguardia combatiente,
especialmente juvenil compuesta por mensajeros en moto (los "motoqueros"),
jóvenes trabajadores provenientes de las fabricas del cordón industrial
del Gran Buenos Aires, desempleados, estudiantes, militantes de organizaciones
de izquierda y también oficinistas y empleados bancarios, que en la búsqueda
de reocupar la Plaza se enfrentaron durante todo el día a la policía
con piedras, palos y lo que encontraron a la mano, conquistando y perdiendo
palmo a palmo posiciones en la calle y levantando algunas barricadas en una
especie de "guerra de guerrillas" urbana.
3. Un cuarto acto de las jornadas se estaba gestando.
Por la tarde, luego del asesinato de varios jóvenes a manos de la policía,
De La Rúa presentó su renuncia huyendo de la Casa Rosada en helicóptero
(un testimonio claro de la crisis política), después de un desesperado
y fracasado intento de integrar un gobierno de "unidad nacional" con
el PJ. La caída de De la Rúa -que había asumido el gobierno
en 1999 como candidato de la Alianza (Unión Cívica Radical - FrePaSo),
con votos provenientes en su mayor parte de las capas medias-, fue un verdadero
triunfo político de la acción de las masas.
Esta renuncia fue la única salida que tuvo el régimen para evitar
el cuarto acto de las jornadas que había comenzado a gestarse, esta vez
con el movimiento obrero como actor principal: una huelga general con características
insurreccionales. Las distintas fracciones de la burocracia sindical, tanto
las dos CGT's como la CTA -que estuvieron completamente ausentes de las movilización
al igual que los dirigentes de la Asamblea Piquetera y buscaron en todo momento
evitar la intervención en ella del movimiento obrero-, se vieron obligadas
a convocar a la huelga general para el primer minuto del día 21, sancionando
una tendencia que de hecho ya se estaba dando, impuesta por la exigencia obrera
y popular de luchar hasta que se fuera el gobierno y cesara la represión.
Hacia esto apuntaban también los paros que distintas fábricas
realizaron el 20 y el 21, así como el paro del transporte que se generalizó.
La renuncia de De la Rúa evitó esta perspectiva. La burocracia
sindical, una vez que se fue De la Rúa y a pesar de que el estado de
sitio se mantuvo al igual que los cientos de presos políticos detenidos
durante las jornadas, llamó a levantar inmediatamente la huelga convocada,
para posteriormente saludar al nuevo gobierno del Partido Justicialista que
asumiría poco después.
4. Las jornadas revolucionarias no cayeron del cielo.
A pesar de su carácter imprevisto y convulsivo, que rebasó con
mucho a todas las direcciones del movimiento de masas, las jornadas del 19 y
20 de diciembre no cayeron del cielo. Representan el punto más alto del
largo proceso de protesta obrera y popular que durante dos años vino
enfrentando al gobierno de De La Rúa, y que retomó el proceso
de ascenso de la lucha de clases durante el segundo mandato de Menem, que fue
desviado con las expectativas de recambio elec-toral que abrió la Alianza.
Uno de los elementos más destacados de este proceso de luchas, fue el
surgimiento de un amplio y progresivo movimiento de desempleados a escala nacional
(los piqueteros), que, luego de sus pasos iniciales en los levantamientos de
1996 y 1997, en el último período protagonizó grandes levantamientos
en la provincia de Salta, se masificó en el Gran Buenos Aires y puso
en pie la llamada Asamblea Piquetera. Aunque con una dirección conciliadora
a su frente, esta asamblea fue un importante jalón en el desarrollo de
la organización independiente de la clase obrera. Dirigentes burocráticos
como Moyano fueron silbados por los piqueteros en la Primer Asamblea. La Segunda
Asamblea votó la convocatoria a una nueva asamblea conjunta de trabajadores
ocupados y desocupados, con un delegado cada veinte, aunque sus dirigentes de
la FTV-CTA y la CCC (con la subordinación del Polo Obrero, orientado
por el Partido Obrero) se empeñaron en que este mandato nunca fuese cumplido.
Pero no fueron sólo los desocupados. El movimiento obrero paralizó
con ocho huelgas generales al conjunto del país, y sectores de la clase
obrera ocupada desarrollaron grandes acciones de lucha como la de Aerolíneas
Argentinas -transformada en una verda-dera causa nacional- y duras luchas por
fábrica, como la de los obreros ceramistas del Neuquén y su organización
de-mocrática y combativa, el Sindicato de Obreros y Ceramistas de Neuquén
(SOECN) o la de los mineros de Río Turbio.
Las jornadas son también la cúspide de un proceso más amplio
en el desarrollo de una nueva subjetividad entre los trabajadores argentinos.
Este proceso se viene desarrollando, al principio embrionariamiente, desde fines
de 1993, con interrupciones, avances y retrocesos, como fue el Santiagueñazo,
el Cutralcazo y otras acciones de resistencia obrera y popular, donde las masas
han venido templando sus fuerzas, enfrentando el ataque del gobierno y la patronal.
Los marxistas revolucionarios de la Fracción Trotskista - Estrategia
Internacional, saludamos esta nueva e histórica irrupción de las
masas argentinas en la escena política, con sus métodos de lucha
y sus reivindicaciones, que representan un salto en su subjetividad.
5. Lo que fueron y lo que no llegaron a ser las jornadas.
Definimos los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre como jornadas revolucionarias,
porque fueron acciones donde las masas rompieron con todos los marcos de la
legalidad burguesa. Apelando a la movilización callejera y al enfren-tamiento
con las fuerzas represivas, con la radicalización en sus métodos
de lucha, las masas enfrentaron al gobierno, al régimen y a sus instituciones
e impusieron -contra todas las direcciones burguesas y reformistas- la caída
del gobier-no, mediante una movilización de carácter nacional,
que tuvo su epicentro en el corazón político y económico
del país.
Sin embargo, su alcance fue inferior a otros fenómenos de tipo insurreccional
o semiinsurreccional. Las jornadas de diciembre tuvieron una magnitud revolucionaria
inferior no sólo a procesos del tipo de la revolución rusa de
febrero de 1917 -donde se desarticuló al ejército y se generalizaron
organismos de doble poder, los consejos obreros o soviets- sino a otros como
el Cordobazo argentino de 1969. La clase obrera (ocupados y desocupados) no
estuvo presente en la "Batalla de Plaza de Mayo" con sus organizaciones
-sí participaron grupos de trabajadores sueltos- lo que fue decisi-vo,
a pesar del heroísmo y el arrojo de los miles de combatientes, para que
no se pudiese derrotar a las fuerzas policiales, como sí había
acontecido en mayo del '69 a partir de la acción concertada de miles
de obreros y estudiantes.
Las jornadas del 19 y 20 de diciembre han abierto una nueva etapa de la lucha
de clases en Argentina, de carácter revolucionario. Esto significa que
en el próximo período veremos un combate más agudo entre
las clases.
Victorias, derrotas y triunfos parciales de las masas están por venir,
frente a las distintas respuestas reaccionarias que la burguesía y el
imperialismo ya están ensayando para evitar la pérdida de su dominación
de clase, cuyo resultado final dependerá de que el movimiento obrero
logre ponerse a la cabeza de la movilización y plantear una salida progresiva
frente a las "salidas" de la burguesía, que sólo traerán
más hambre y más miseria para la mayoría de la sociedad.
6. El gobierno "provisional" de Rodríguez Saá.
El efímero gobierno de Adolfo Rodríguez Saá, que sustituyó
a De la Rúa, representó el primer intento de "expropiar"
la movilización de las masas. La Asamblea Legislativa lo votó
de urgencia para cumplir un interinato ante próximas elecciones a sesenta
días, que serían realizadas bajo la Ley de Lemas para permitir
que en las mismas fuese dirimida la interna peronista. Ni bien asumió,
Rodríguez Saá puso en duda si cumpliría el acuerdo con
los gobernadores peronistas que lo llevó al poder. Con ritmo febril realizó
todo tipo de gestos para buscar alguna base de sustentación. Con la promesa
de crear "un millón de empleos" y un discurso populista -evocando
la imagen de Perón y Evita-, el nuevo gobierno intentó desactivar
la movilización y paliar la crisis del régimen político,
profundamente cuestionado por las masas. Casi de inmediato, la burocracia sindical
de las dos CGT ("rebelde" y "oficialista"), encabezadas
por Hugo Moyano y Rodolfo Daer, al grito de "Adolfo, Adolfo" anunciaron
que el movimiento obrero se ponía "a disposición" del
nuevo gobierno. Por su parte, los dirigentes Luis D'Elia (FTV-CTA) y Juan Carlos
Alderete (CCC) de la Asamblea Piquetera manifestaron también su disposición
a "colaborar" con éste, lamentablemente con el acompañamiento
acrítico del Partido Obrero durante la entrevista que mantuvieron con
el nuevo gobierno. A los militares, por su parte, también les decía
Rodríguez Saá que se les otorgaría el control de miles
de puestos de empleo.
Lejos de suponer mejora alguna para los trabajadores y el pueblo, las medidas
anunciadas sólo buscaban mantener en pie a un gobierno extremadamente
débil, que vigilado por las masas luego de grandes acciones y presionado
por el imperialismo, estaba como "suspendido en el aire" sin el apoyo
sólido de ninguna clase. En la escasa semana que duró este gobierno,
continuaron y se profundizaron las enormes pujas entre las distintas fracciones
burguesas -el sector "exportador", el "financiero" y las
empresas privatizadas-, alrededor de qué salida darle a la crisis, luego
del anuncio de la suspensión del pago de deuda externa, que no significó
ninguna ruptura con el imperialismo y era un hecho ya reconocido por todos los
centros económicos imperialistas. La anunciada creación de una
"tercera moneda" no era más que un intento de continuar sin
resolver la pugna interburguesa sobre la salida de la convertibilidad, mientras
se creaba un papel sin respaldo para pagar los salarios y jubilaciones.
Además, el nuevo presidente se encontró con la férrea oposición
de varios sectores de su propio partido, ante la posibilidad de que desconociera
la convocatoria a elecciones para marzo, votada en la Asamblea Legislativa.
Por su parte, el llamado "establishment" también comenzó
a criticar al gobierno por su retórica populista.
En ese marco se desarrolló una nueva acción de masas contra el
gobierno, que representaba la continuidad de la miseria y represión para
las masas. En un nuevo "cacerolazo", miles se movilizaron el viernes
28 de diciembre a la Plaza de Mayo, al grito de "que se vayan, todos que
no quede ni uno sólo", exigiendo la renuncia del jefe de asesores
Carlos Grosso (ex funcionario menemista acusado de corrupción) y coreando
consignas contra la burocracia sindical, la Corte Suprema de Justicia, los partidos
patronales, Carlos Menem y Rodríguez Saá. Esta movilización
llegó a las puertas mismas de la Casa Rosada y fue reprimida salvajemente
por la policía. Otros manifestantes se dirigieron luego al Congreso Nacional.
Esta acción, aunque menor a las jornadas del 19 y 20, tuvo la importancia
de estar orientada, apenas cinco días después de su asunción,
contra el nuevo gobierno peronista, que intentaba postularse como "alternativa"
a De la Rúa. El resultado: la renuncia del gabinete completo, primero
y, luego, en el transcurso del sábado 29, la renuncia de Adolfo Rodríguez
Saá y la caída del segundo gobierno en una semana, por una combinación
de acción de masas, por la izquierda, y la interna peronista y la presión
del establishment, por la derecha.
8. El gobierno de Duhalde. Una nueva trampa contra las masas.
Ante esta situación, el Partido Justicialista, la Unión Cívica
Radical y lo que queda del FrePaSo, con el aval inicial de la administración
Bush (que al igual que lo hizo Clinton en México en 1994, intervino en
auxilio de un régimen sirviente) y apoyándose marcadamente en
el llamado "grupo productivo" de la burguesía local (encabezados
por la Unión Industrial Argentina), realizaron un verdadero pacto en
contra de las masas. Éste se impuso mediante la votación casi
unánime en una nueva sesión de la Asamblea Legislativa, que designó
presidente a Eduardo Duhalde, senador del peronismo y ex gobernador de la provincia
de Buenos Aires, como nuevo presidente hasta el 2003, encabezando un gobierno
de "salvación nacional". El nuevo presidente sumó al
gabinete a dirigentes del radicalismo y el FrePaSo, mientras que Carlos Ruckauf,
una de las figuras centrales (y "presidenciables") del PJ -gobernador
de la provincia de Buenos Aires- se integró al mismo como ministro de
Relaciones Exteriores. Esto muestra la preocupación de los partidos del
régimen y el imperialismo por restablecer la "gobernabilidad"
y la "paz social", al servicio de la burguesía.
El nuevo gobierno refleja la necesidad para la burguesía de contar con
un gobierno con mayor fortaleza política que el de Rodríguez Saá
para contener y golpear al movimiento de masas. Intenta ser un árbitro
para acolchonar los choques cada vez más violentos entre las clases.
Pero es un árbitro débil que a lo sumo puede postergar por un
tiempo esos enfrentamientos decisivos. Su debilidad deviene de varios factores.
Primero, y más importante, al igual que el anterior y efímero
de Rodríguez Saá, es una respuesta improvisada de los de arriba,
condicionados por la rebelión y la acción de los abajo. Segundo,
no sube por el voto popular sino producto de las componendas de las desprestigiadas
figuras del "viejo régimen" en la Asamblea Legislativa. Tercero,
durante su gobierno, centrado en el peronismo de la Provincia de Buenos Aires,
continúa desarrollándose la interna de los gobernadores peronistas.
Cuarto, su debilidad es estructural porque la facción de la clase capitalista
en la que intenta apoyarse son los requechos de la burguesía nacional,
que o se encuentra trasnacionalizada en su cúspide (como es el caso del
grupo Techint) o fueron subsidiarias en crisis de las multinacionales y ahora
están en crisis, mientras sus estratos más bajos se encuentran
directamente al borde de la quiebra. Quinto, y de fundamental importancia, la
profundidad de la crisis económica es enorme y este elemento dinamiza
toda la situación. Argentina ha pasado de estar en "convocatoria
de acreedores" -como dijo Cavalo en los últimas días de su
gestión- a una verdadera "bancarrota". Esto hace muy precarios
todos los intentos del gobierno por lograr estabilizarse y hace que no pueda
descartarse que el desarrollo de la propia crisis se devore al gobierno en los
próximos meses. La misma crisis motoriza las tensiones entre las clases.
Mientras hay una dura disputa entre los distintos sectores patronales, la continuidad
del congelamiento de los ahorros de las clases medias -medida que busca salvar
a los bancos y a la vez tratar de evitar una disparada de precios limitando
en extremo la liquidez monetaria y, por esta vía, manteniendo la recesión-
hace que estas continúen en estado de agitación, como se expresó
en el nuevo cacerolazo y movilización de más de 20.000 personas
a Plaza de Mayo en la noche del 10 de enero, con una participación mayor
de sectores más acomodados de las clases medias que en acciones anteriores.
Sobre los asalariados, por su parte, recae el peso de los costos de la devaluación.
Todo esto hace prever -aunque con distintos ritmos y envergadura- la continuidad
de las acciones de masas.
9. La crisis económica y el plan de salvataje de la patronal "productiva".
Este gobierno, llamado de "salvación nacional", es en realidad
un intento de salvar a los grandes y medianos grupos capitalistas nacionales,
incluidos los banqueros como Escasany y grupos como los de Macri, Exxel, Acindar
o Techint, a los que, de una u otra manera, se busca salvar de la quiebra a
costa de licuar sus deudas y un nuevo endeudamiento del Estado. Esto está
establecido en el artículo 6º de la nueva Ley de Emergencia Económica,
que autoriza al gobierno a utilizar seguros de cambio u otro mecanismo similar
por el cual el estado se haría cargo de la diferencia entre pesos y dólares
de la deuda de las empresas. La devaluación es un gran mecanismo de licuación
de deuda, en especial para los exportadores, a quienes bajan sus costos en dólares
mientras reciben 1,40 pesos por dólar de sus productos exporta-dos. En
1982 ya vimos una salida de este tipo con la estatización de la "deuda
privada" que llevó adelante Cavallo, endeudando al Estado en 20.000
millones de dólares y licuando la deuda privada mediante la devaluación
del peso.
Los sectores de las grandes patronales del llamado Grupo Productivo, participaron
de la vieja alianza con los monopolios extranjeros de las privatizaciones en
los '90 y son extremadamente dependientes del capital financiero y socios menores
de los monopolios. Así lo demuestra la decisión de salvar a los
bancos perpetuando con el "corralito" la expropiación de los
ahorros de las clases medias, y los fondos que se destinarán a la "patria
financiera" sacados de un adelanto de impuestos de las petroleras (retrocediendo
de la intención inicial de imponer un impuesto extraordinario a las exportaciones
de petróleo por cinco años). La medida de prohibir a las privatizadas
indexar las tarifas es algo que, de todas maneras, no hubiera sido aceptado
por las masas. La lucha de los trabajadores de Aerolíneas ya demostró
la piratería imperialista de las empresas como Iberia, y Duhalde sabe
que un aumento a precio de dólar de los servicios públicos dirigiría
la movilización hacia empresas como Telecom o Repsol, en una dinámica
claramente antiimperialista y anticapitalista, que trata de evitar. Pero el
plan Duhalde no termina de conformar al imperialismo yanki. Hemos visto así
que, después de las primeras declaraciones de apoyo porque antes que
nada temían al desgobierno, el propio Bush ha declarado que el FMI no
ayudará sin condiciones a la Argentina con nuevos fondos. Es probable
que EE.UU. no lo haga si con estos fondos se decide seguir salvando a los bancos
como quiere hacer actualmente Duhalde. Mientras los imperialistas españoles
patalean porque perdieron con la devaluación con la que el FMI y el Departamento
de Estado norteamericano estuvieron de acuerdo, EE.UU. quiere más "sinceramiento
de la crisis", es decir la quiebra de bancos y empresas que no sean sustentables,
incluidos los bancos y empresas de España, lo que le abriría la
posibilidad de comprarlas a precios de remate, y la aplicación de drásticos
recortes fiscales. De ahí su insistencia en que se aplique inmediatamente
un tipo de cambio flotante, que seguramente dispararía la hiperinflación
y la quiebra de gran parte de los grupos a los que Duhalde está intentando
salvar. La "pulseada" que Duhalde y los medios quieren presentar como
"gran causa nacional" con el débil imperialismo español,
si bien no terminará y puede generar remezones, no es la deter-minante.
El forcejeo central es con el gran amo yanki y se traslucirá en las condiciones
que este ponga para la renego-ciación de la deuda externa que se abrirá
las próximas semanas con el FMI. Aunque el nuevo Ministro de Economía,
Remes Lenicov promete ser obediente a Washington, las exigencias de un imperialismo
insaciable de un lado, y las masas fortalecidas por las jornadas revolucionarias
del otro, harán difícil la estabilización del gobierno
de Duhalde.
10. Perspectivas.
En lo inmediato, como señalamos, la magnitud de la crisis y la continuidad
del ataque a las clases medias y los asalariados, hace prever la continuiad
de nuevas acciones. Pero el nuevo gobierno ha abierto un nuevo momento político,
distinto al que se dio bajo Rodríguez Saá, donde ya no alcanza
con las cacerolas para destituir gobiernos. Y las clases sociales que se pusieron
en movimiento lo perciben. Para derrotar al gobierno de Duhalde son precisas
acciones superiores. Con Duhalde asume el corazón del aparato peronista,
el de la provincia de Buenos Aires, que cuenta con cierta base en sectores de
las masas populares y obreras. El peronismo, aún en crisis, se venía
posicionando, con su triunfo en las elecciones legislativas del 14 de octubre,
para actuar como el "partido de la contención" de una situación
revolucionaria que por entonces se estaba gestando y que terminó de estallar.
El mismo Duhalde ha testificado esto: mientras sostiene "una nueva alianza
con la comunidad productiva" afirma ser "un presidente de transición"
para "terminar con el caos y la anarquía". Es decir que por
un lado, se monta sobre el odio de las masas hacia el capital más concentrado
de las privatizadas y el capital financiero, y del otro va a tratar de contener,
utilizando el engaño, la división, pero también la represión,
en especial a la vanguardia obrera y juvenil.
Desde una perspectiva estratégica, la situación revolucionaria
ha acelerado tanto las cosas que rápidamente comenzó un período
de experiencia de las masas con el sector burgués llamado "productivo",
que ha criticado de palabra al "neo-liberalismo" y con el peronismo
en el poder, que contuvo históricamente a la clase obrera dentro del
régimen burgués. Es lo que los políticos del viejo régimen
de dominio definieron en el Parlamento como "la última carta que
tenemos".
No se pueden predecir los ritmos en los que se queme esta carta. Esto dependerá,
más que nada, de como responderá la clase obrera a los nuevos
ataques, empezando por el golpe al salario que significa la devaluación.
El punto a favor del gobierno son nuevamente las direcciones oficiales del movimiento
obrero, que han manifestado su apoyo a Duhalde, al que escandalosamente Moyano
catalogó de "hombre valiente". Más allá de sus
ritmos inmediatos, la perspectiva es que continúe la inestabilidad y
se produzcan nuevas irrupciones del movimiento obrero y popular. Como decimos
antes, desde el punto de vista de la burguesía, la misma arrastra una
verdadera disputa en cuanto a qué salida dar a la crisis económica
actual. A la par, se encuentra la crisis de legitimidad del régimen democrático
burgués (las masas derribaron, por primera vez en la historia argentina
un gobierno elegido por vía "democrática") y una gran
debilidad de las alternativas de recambio posible, como se vio en el caso del
gobierno de Rodríguez Saá.
Ante ello, muy posiblemente veamos en el próximo período el desarrollo
de nuevas acciones revolucionarias de los explotados y oprimidos. En los capítulos
que siguen de esta nueva etapa de la lucha de clases, será un elemento
esencial que el movimiento obrero argentino logre superar sus direcciones burocráticas,
multiplicando el ejemplo dado por los ceramistas neuquinos, que llevan más
de tres meses de lucha enfrentando los despidos en la fábrica Zanón,
mediante la toma de la fábrica y buscando la unidad con los desempleados,
los estudiantes y el resto del pueblo, exigiendo la provincialización
de la planta bajo control obrero.
En Argentina, el desprestigio de los partidos del régimen, aunque con
distintos grados, es monumental, como ya expresaron antes de la crisis las elecciones
legislativas de octubre. El repudio de masas a estos partidos se manifestó
en el crecimiento de los votos en blanco e impugnados y las abstenciones (el
llamado "voto bronca"), y también en el millón de votos
que obtuvieron, sumadas, las distintas expresiones de izquierda (5
4.923 Izquierda Unida, 241.386 el Partido Obrero, 132.982 Autodeterminación
y Libertad de Luis Zamora y 105.354 el PTS).
En la crisis, el conjunto de la izquierda política, ante la impotencia
de las distintas variantes de centroizquierda como oposición al viejo
régimen del peronismo y la Alianza, ha aumentado notoriamente su peso
en la vida política nacional, como expresión del corrimiento a
izquierda de amplias franjas de trabajadores y jóvenes. Como al inicio
de todo pro-ceso revolucionario, las simpatías de millones se han dirigido
hacia las figuras mas conocidas, como el diputado Luis Zamora, no todavía
a la izquierda revolucionaria. Sin embargo, la lucha de clases y la radicalización
política se incrementarán en el próximo período
abriendo grandes posibilidades a los marxistas revolucionarios consecuentes.
Sabemos que esto no será fácil ni rápido: a pesar de los
avances hechos por la clase obrera argentina en desarrollar una nueva subjetividad,
la perspectiva de la revolución social está mucho menos presente
en el movimiento de masas que durante los eventos revolucionarios de los setenta.
Esto no es sólo un fenómeno nacional. Aunque el "neoliberalismo"
está en una fase de decadencia, aún no se ha revertido a nivel
de masas la percepción de que no hay alternativa al capitalismo. Pero
la necesidad de la expropiación de los capitalistas, de la revolución
socialista y de avanzar hacia el socialismo no son vislumbrados aún como
salida por la gran mayoría de quienes con sus acciones voltearon dos
gobiernos. Este es el hándicap con el que las clases dominantes apuestan
para compensar hoy la mayor debilidad -en comparación con aquellos años-
de mediaciones reformistas y burocráticas.
11. Las tareas del momento y la importancia de poner en pie Asambleas de
trabajadores ocupados y desocupados, de la juventud y el pueblo pobre por barrio,
región, provincia y a nivel Nacional.
En lo inmediato es necesario apoyar cada lucha obrera, ligarla a las demandas
populares y de las capas medias por la devolución de sus depósitos,
la liquidación de la Corte Suprema, a la que ahora se sumará la
lucha contra la carestía de la vida. La perspectiva es la de preparar
esa huelga general activa, revolucionaria, de una gran alianza de los trabajadores
con amplias capas del pueblo contra el conjunto del régimen burgués.
De una acción de masas de esa envergadura que limpie la Argentina de
toda la escoria del viejo régimen completando la tarea que dejaron inconclusa
las jornadas de diciembre, podrá abrirse una instancia democrática
basada en el poder del pueblo movilizado convocando a una Asamblea Constituyente
Revolucionaria, es decir no pactada en sus cámaras de políticos
coimeros y millonarios, como la del Pacto de Olivos, sino sobre las ruinas del
podrido régimen que agoniza.
La lucha por el conjunto de estas demandas y la construcción de organismos
de democracia directa de las masas en lucha, permitirá a los revolucionarios
profundizar el proceso de radicalización política que ya ha comenzado,
para que franjas cada vez más amplias abracen un programa claramente
anticapitalista y revolucionario, en lucha por un gobierno obrero y popular
y por la construcción del socialismo.
El nuevo gobierno busca hoy dividir a los distintos sectores del movimiento
de masas. Para derrotar ese plan de "dividir para reinar", es más
imperioso que nunca unificar a las distintas capas de la población que
se han puesto en movimiento y conjugar las distintas formas de lucha que existen:
cacerolazos, corte de ruta, marchas, piquetes, huelgas y tomas de empresa. Se
necesitan organizaciones amplias que superen las fronteras gremiales y sectoriales,
aunque integre en su seno a organizaciones ya constituidas anteriormente como
movimientos piqueteros o sindicatos. Se deben impulsar Asambleas, o coordinadoras
(como se llamaron en Argentina organismos de este tipo que surgieron en 1975
enfren-tando el Plan Rodrigo durante el gobierno de Isabel Perón), por
barrio, región o provincia. Es preciso impulsar una Asamblea Nacional,
donde el lugar central y dirigente lo tienen que tener los trabajadores, ocupados
y desocupados, ya que son la clase más numerosa y la que puede dar una
salida a todas las clases explotadas, los oprimidos y hastiados de este régimen.
Un verdadero congreso nacional donde las masas en lucha estén representadas
directamente por delegados elegidos en los barrios y los lugares de trabajo.
Partiendo de apoyar cada paso de lucha parcial obrera o po-pular, la tarea de
promover a escala barrial, de zonas, provincias y buscar centralizar a nivel
nacional estas organiza-ciones de frente único de masas y democracia
directa para la lucha, es la más importante y decisiva que está
planteada para el triunfo del proceso que se ha iniciado en la Argentina. Los
sindicatos combativos, los movimientos piqueteros, la juventud, los centros
de estudiantes y las fuerzas de izquierda deben unirse por este objetivo central.
12. Las medidas de urgencia de un programa obrero para enfrentar la crisis.
La crisis argentina hizo patente la necesidad de levantar un programa que, partiendo
de las justas aspiraciones de las masas argentinas, permita desarrollar la movilización
y la unidad de todos los oprimidos y explotados. Esto sólo puede hacerse,
si los trabajadores encabezan la lucha contra el régimen al servicio
de los banqueros, los industriales, los terratenientes y las multinacionales.
Como se está demostrando, las "salidas" que tiene la burguesía,
sólo seguirán descargando la crisis sobre la espalda de los trabajadores.
En los organismos de frente único de masas que se están desarrollando
hay que impulsar un programa de emergencia obrero y popular, que es el único
que puede lograr que la crisis la paguen los que la deben: los banqueros, las
privatizadas y el resto de los explotadores nativos y extranjeros.
El plan del nuevo gobierno que con la devaluación del peso y la inflación
generada por la misma ataca al salario obrero y el poder de compra del conjunto
de los sectores populares producto de la carestía de la vida plantean
la urgencia de plantear medidas para evitar que este nuevo saqueo al pueblo
tenga éxito. La única forma de lograr trabajo para todos es imponer
el reparto de las horas de trabajo entre empleados y desempleados, con igual
salario de acuerdo a la canasta básica, para que la crisis la paguen
los que la provocaron, los patrones. Al mismo tiempo, ante la devaluación
con la que bajará el salario real, hay que luchar por una escala móvil
de salarios, ajustable de acuerdo a la inflación de precios que la devaluación
provocará inevitablemente. Ante el chantaje que hará la patronal
de aceptar sus condiciones o despi-dos hay que luchar por estatizar toda fábrica
que cierre o despida y ponerla a funcionar bajo control de sus trabajadores.
A la vez, ya ha comenzado la especulación con el desabastecimiento de
productos básicos y medicamentos. Contra ellos hay que impulsar la confiscación
de las mercancías que acaparan los grandes capitalistas. Si la inflación
se descontrola, no es de descartar que el gobierno imponga precios máximos
a algunos productos de primera necesidad. Pero este mecanismo bajo el régimen
capitalista sólo será una nueva burla para los trabajadores y
el resto de los consumidores. En 1974, durante el gobierno de Isabel Perón,
se impuso un control de precios que fue sistemáticamente eludido por
los grandes empresarios que provocaron el desabastecimiento de productos como
azúcar y harina y crearon un mercado negro al que sólo podían
acceder los sectores más pudientes.
El control efectivo de precios sólo puede ser llevado a cabo por los
trabajadores de las empresas que fijan los precios exigiendo que se abran sus
libros de contabilidad para ponerlos bajo la lupa de todo el pueblo. Junto a
esto se impone la creación de comités populares de vigilancia
de precios por barrio. Esta tarea se podría llevar a cabo junto a los
pequeños comerciantes, también víctimas de los capitalistas
formadores de precios. Ante eventuales chantajes con el acopio y desabastecimiento
de productos esenciales para la vida de nuestras familias hay que luchar por
la confiscación de la mercadería de toda gran empresa alimenticia,
distribuidora o cadena de hipermercados que especulen con el hambre del pueblo.
Los alimentos deben ser distribuidos por los comités de lucha, cuerpos
de delegados o comisiones internas de estas empresas en acuerdo y coordinación
con los comités barriales y los movimientos de trabajadores desocupados.
Si se niegan a entregar sus productos acaparados, se plantea la inmediata expropiación,
la que no debe contemplar indemnización alguna para esos grandes capitalistas
que se enriquecieron desangrando a sus trabajadores durante años y años
y sólo fueron capaces de ofrecer miseria. Se impone también ante
la especulación sobre la vida del pueblo con el desabastecimiento de
medicamentos básicos, la expropiación de los grandes laboratorios,
la elaboración por el Estado de la farmacología básica
y la creación de un banco nacional único de medicamentos para
que sean distribuidos a precios accesibles para los trabajadores y el pueblo
y gratuitamente para los desocupados.
Hoy todo mundo sabe que el dinero depositado en los bancos por los trabajadores,
jubilados y ahorristas, ha sido robado. Sabemos que no está, porque los
banqueros lo utilizaron para llevárselo al extranjero y hacer sus negocios
con las empresas privatizadas, como Telefónica y Repsol, que ahora no
lo quieren devolver. Aunque el gobierno anunció que si le va bien a los
bancos, el dinero podrán irlo devolviendo de a poco en tres meses o medio
año, siempre está el riesgo de que termine siendo confiscado,
como ya ocurrió en otras oportunidades, como el plan Bónex a comienzos
del primer gobierno de Menem. Frente ello es que planteamos la devolución
inmediata de todos los depósitos inferiores a 100.000 pesos (dólares).
Hay que incautar los 65.000 millones que robaron, expropiando a los bancos y
empresas asociadas como Telefónica y Telecom para devolver los depósitos
a los pequeños ahorristas. Para hacerlo (y para evitar la quiebra que
amenaza con producirse) es imperioso nacionalizar la banca e implantar el monopolio
del comercio exterior, medidas mínimas de autodefensa nacional.
A pesar de su "denuncia" de las "presiones" de las empresas
privatizadas (en particular las españolas) y los bancos, el gobierno
de Duhalde está negociando con ellas cómo seguir garantizándole
sus ganancias. En los últimos días hemos visto un furioso "lobby"
de los bancos, las telefónicas, las petroleras y otras empresas que quieren
que se mantengan las tarifas dolarizadas (las empresas privatizadas de servicios
públicos), que no se les cobren impuestos a sus ganancias extraordinarias
(las petroleras) o que se los compense por la "pesificación"
de las deudas (los bancos). La prensa imperialista española lanza ataques
de todo tipo contra "el populismo" de las muy limitadas medidas anunciadas
por el nuevo gobierno. En la población se acrecienta el odio contra esta
oligarquía capitalista que en la última década obtuvo ganancias
supermillonarias. Se generalizan así los sentimientos antiimperialistas
que se habían manifestado durante el conflicto de Aerolíneas.
Frente al chantaje de los imperialistas hay que levantar con toda audacia la
inmediata reestatización de todas las empresas privatizadas (tanto las
de servicios públicos como las de recursos estratégicos, como
el petróleo), y ponerlas a funcionar bajo control de los trabajadores.
Al mismo tiempo, Duhalde y su ministro Remes Lenicov han anunciado que esperan
recibir un nuevo "apoyo" del FMI y el Tesoro norteamericano, a cambio
de una mayor subordinación a estos organismos y la implementación
a rajatabla de un presupuesto "austero" (nueva versión del
"déficit cero" de Cavallo y De la Rúa) y los planes
en contra de los trabajadores. Frente a ello, hay que luchar por la ruptura
de todos los pactos con el imperialismo, el FMI y los organismos financieros
internacionales y por el no pago efectivo de la deuda externa, no la política
de renegociación para seguir pagando con el hambre del pueblo que impulsa
el gobierno.
Junto a ello, ante el indignado y justo reclamo popular de castigo a los responsables
de la represión, impulsamos la más amplia organización
y movilización para imponerlo, liberar a todos los presos políticos,
y luchar por la disolución de las fuerzas represivas y la creación
de comités de trabajadores y vecinos, en los barrios, para defenderse
de la represión y garantizar la seguridad del pueblo.
Son estas medidas elementales de un plan que para imponerse íntegra y
cabalmente debe ser realizado por un gobierno de los trabajadores y el pueblo,
la única forma de comenzar a resolver efectivamente las demandas obreras
y populares.
13. Por un gran partido revolucionario de la clase trabajadora, socialista
e internacionalista.
Pero para llevar adelante tales tareas es imperioso que lo mejor de la vanguardia
obrera y juvenil avance en construir la herramienta de dirección política
que necesitan los explotados para lograr su liberación: un gran partido
revolu-cionario de la clase trabajadora, socialista e internacionalista. El
papel dirigente de tal partido es la única garantía de que los
organismos que las masas conquistan con su lucha no sean vaciados o llevados
a la colaboración con el régimen dominante, como es el ejemplo
de lo ocurrido con la Asamblea Piquetera debido a la dirección de la
FTV-CTA y la CCC. El PTS -que a nivel nacional es aún una liga de propaganda
revolucionaria-, con el orgullo de haber acompañado a los "combatientes
de Plaza de Mayo" e intervenir activamente en los procesos de avanzada
de la clase obrera y la juventud, lucha con todas sus fuerzas para poner en
pie tal partido y llama a los trabajadores y jóvenes que compartan esta
perspectiva a sumarse a sus filas. Lo hacemos sin ninguna autoproclamación.
Sabemos que el partido revolu-cionario con influencia de masas que necesita
la clase obrera no será el producto del mero desarrollo evolutivo de
nuestra corriente, sino el producto inevitable de fusiones con otras organizaciones
-o sectores de las mismas- como con miles de nuevos activistas de vanguardia
que están emergiendo a la vida política. Estamos ante una nueva
situación donde los marxistas debemos probar nuestra capacidad para lograr
que el programa revolucionario influya cada vez a mayores sectores de la vanguardia
obrera y juvenil. Desde el PTS y la FT impulsamos toda iniciativa práctica
común de los partidos de izquierda para apoyar los conflictos y desarrollar
organismos de frente único de las masas en lucha.
Sin embargo, no podemos dejar de lado que en la izquierda hay distintas estrategias.
El Partido Comunista (PC), socio con el Movimiento Socialista de los Trabajadores
(MST) en Izquierda Unida, es parte del "Frente Nacional contra la Pobreza"
(Frenapo), organismo de colaboración de clases impulsado por la CTA que
cuenta con el apoyo de políticos del régimen como Ibarra, presidente
del Frepaso, que a su vez ha colocado a su compañero "Juampi"
Cafiero como vicejefe de gabinete del gobierno de Duhalde. Por eso, al mismo
tiempo que apoyamos toda acción progresiva de la izquierda, llamamos
al Partido Obrero y a todos los que se reclaman socialistas revolucionarios,
a formar un bloque común de reagrupamiento revolucionario. Por su parte,
dirigentes y militantes del MST han planteado que ellos promueven un "Frente
Unico Revolucionario" con las fuerzas marxistas consecuentes. Si de verdad
quieren avanzar en un reagrupamiento así deberán ajustar cuentas
con la política de IU, que es un acuerdo con el PC, integrante del Frenapo.
Si se lograra la conformación de un bloque de los que se reclaman de
la izquierda obrera, socialista y revolucionaria, para actuar en la lucha de
clases esto sería un importante paso hacia una dirección revolucionaria
del proceso iniciado en la jornadas del 19 y 20 de diciembre.
14. El significado internacional de los acontecimientos de Argentina.
El triunfo de las acciones guerreristas del imperialismo en Afganistán,
fortaleciendo la "campaña antiterrorista" de EE.UU., propició
la apertura de una coyuntura internacional reaccionaria. Sin embargo, las jornadas
revolucionarias en Argentina son un factor contrarrestante a ello: lo que hemos
presenciado es un salto en la lucha del movimiento de masas argentino, que ya
venía siendo uno de los focos mas importantes de la lucha de clases en
América Latina.
El hecho de que la movilización haya provocado la renuncia de dos gobiernos
consecutivos (en uno de los países latinoamericanos mas subordinados
al imperialismo) no puede más que tonificar los ánimos de importantes
sectores de los trabajadores a nivel internacional. Por ello, es que distintos
medios informativos han planteado el peligro de que se den "situaciones
similares" en otros países latinoamericanos y la primera reacción
de los gobiernos burgueses de la región fue -después de plantear
el apoyo al régimen argentino- aclarar que ello no se repetiría
en sus propios países. Y es que la crisis económica no es exclusiva
de Argentina. Lejos de ello, Argentina se mostrado como el eslabón débil
de la "cadena capitalista" mundial, con una recesión que golpea
a las principales economías del planeta.
Los acontecimientos de Argentina, dejan muchas lecciones para los trabajadores
y pueblos del todo el continente y el resto del mundo. La primera de ellas es
que muestran el camino para enfrentar los planes de recolonización imperialista
que los gobiernos proimperialistas aplican: la movilización independiente
y el enfrentamiento frontal con los gobiernos, sus instituciones y sus fuerzas
de represión. Sin duda, estas jornadas son uno de los puntos más
altos del proceso de insubordinación y movilización obrera, campesina
y popular que recorrió el continente en los últimos años
y que ha tenido momentos álgidos en las movilizaciones masivas en Ecuador,
con la caída de los gobiernos de Bucaram y Mahuad, así como en
Bolivia, con la semiinsurrección de Cochabamba. En cada uno de los países
del continente, las direcciones burocráticas y reformistas se mostraron
enemigas de que el movimiento obrero y popular se movilice y luche contra los
planes de recolonización que se aplican desde Tierra del Fuego hasta
la frontera norte de México. Así ha sido con las direcciones del
Partido de los Trabajadores y la CUT en Brasil, la Confederación Nacional
Indígena (CONAIE) en Ecuador, la dirección de la COB en Bolivia
o las cúpulas sindicales de la CTM y la UNT, así como la reformista
dirección guerrillera del EZLN en México. Estas direcciones han
jugado un importante papel en impedir que se desarrolle la movilización
y la lucha contra los gobiernos sirvientes del FMI. La crisis Argentina muestra
también la quimera de todos los engaños reformistas, como la "democracia
participativa" promocionada por los auspiciantes del Foro Social Mundial
de Porto Alegre, entre los que se cuentan dirigentes del Frepaso argentino.
Una y otra vez las burguesías locales han demostrado su sumisión
a los dictados de los amos imperialistas. Sólo la unidad de los obreros
y campesinos latinoamericanos puede terminar con el yugo imperial. El enfrentamiento
a los planes imperialistas actualiza la importancia de luchar por una Federación
de Repúblicas Socialistas de América Latina. A su vez, actualiza
la necesidad de luchar por la unidad de los trabajadores y los campesinos de
las naciones oprimidas con la clase obrera y la juventud anticapitalista en
los países imperialistas. Si el proceso revolucionario continúa
desarrollándose en Argentina, más necesaria que nunca se hará
esta unidad frente a las seguras represalias imperialistas. Ya hoy el gobierno
español está ejerciendo una dura presión ante las medidas
de pasar las tarifas monopólicas de las empresas imperialistas de dólares
a pesos. No es difícil predecir su reacción si la clase trabajadora
logra imponer la renacionalización de esas empresas bajo control de los
trabajadores.
Los socialistas revolucionarios de la Fracción Trotskista-Estrategia
Internacional, presentes en Argentina, Brasil, Chile, Bolivia y México,
que luchamos por la puesta en pie del Partido Mundial de la Revolución
Social -para nosotros la Cuarta Internacional- impulsamos la más amplia
unidad de los trabajadores latinoamericanos contra los planes imperialistas
impuestos por sus gobiernos y en apoyo a la heroica lucha de los trabajadores
y el pueblo argentino. Nos dirigimos al mismo tiempo a la juventud anticapitalista
y a los trabajadores de los países imperialistas, que protagonizaron
importantes movilizaciones de Seattle a Génova y, recientemente, en contra
de la agresión imperialista a Afganistán, a difundir y apoyar
la lucha de las masas argentinas. Pondremos todas nuestras fuerzas en hacer
que el proceso abierto en Argentina sea un paso en liquidar la dominación
capitalista imperialista y empezar a construir un mundo sin explotadores ni
explotados, la sociedad socialista. 11 de enero de 2002
Fracción Trotskista - Estrategia Internacional, integrada por:
Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS), Argentina.
Liga de Trabajadores por el Socialismo - Contra Corriente (Unificada) (LTS-CC),
México.
Estratégia Revolucionária - Quarta Internacional (ER-QI), Brasil.
Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional (LOR-CI), Bolivia.
Clase contra Clase (Chile).
Kolectivo
La Haine
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